- Persona
- s.f.
Médico Español.
Nació en Castellón (España). Allí ejerció durante los años 40 y principios de los 50 en su propia clínica, ganándose la confianza de numerosos pacientes. Sin embargo, en mayo de 1951, tomó una decisión inesperada: cerró la clínica y partió junto a su esposa, doña Conchita, y sus cuatro hijos (Arturo, Raúl, Conchita y Miguel) hacia la selva amazónica del Perú. Se embarcaron en esta aventura como misioneros seglares, sorprendiendo a familiares, amigos, pacientes y vecinos con su repentina partida.
En 1965, el doctor González regresó brevemente a España con su esposa y su hija. Durante su estancia, ofreció una conferencia en Madrid y compartió con el joven periodista valenciano Julián García Candau sus vivencias entre los indios jíbaros y amaracaires. Su historia fue publicada en LAS PROVINCIAS el 27 de enero de ese mismo año.
Cuando el periodista le preguntó qué los llevó a dejar España, Arturo González respondió con sencillez: "Es difícil de explicar; un día nos pusimos todos de acuerdo y decidimos la salida". No obstante, no todo en aquella experiencia fue gratificante: su hijo Arturo perdió la vida en el río Marañón mientras reparaba una canoa, un trágico recuerdo que ensombrecía la extraordinaria aventura.
A pesar de este dolor, la familia encontró consuelo en la satisfacción de mejorar las condiciones de vida de los nativos y salvar muchas vidas. Enfermedades comunes en el mundo civilizado, como la gripe o el sarampión, eran letales para los indígenas por la falta de defensas y de acceso a medicamentos.
Los primeros tres años los pasaron en la misión San Javier, a la que llegaron tras un arduo viaje en mulos y balsa, debido a la inexistencia de carreteras. Luego se trasladaron a la misión Madre de Dios. En ambas, el doctor contó con la inestimable ayuda de su esposa, que era enfermera. Juntos tuvieron que enfrentarse a la desconfianza inicial de los indígenas, influenciados por las creencias y brujerías de los chamanes. Sin embargo, a medida que los tratamientos médicos demostraban su efectividad, los nativos comenzaron a confiar en ellos. Adaptarse a la selva no fue fácil. La familia González del Río aprendió a vivir en cabañas con techos de palma, rodeados de animales amaestrados, incluidas boas utilizadas para controlar la población de ratones. Sin embargo, su mayor desafío fue soportar las incesantes nubes de mosquitos que infestaban la región.
El doctor relató que los jíbaros aún mantenían muchas de sus antiguas costumbres, aunque su fe en los brujos tradicionales iba decayendo al ver la eficacia de la medicina moderna. Los amaracaires, cuyo nombre significa "asesinos", lo bautizaron como guayoroquirenda, que en su lengua significa "el gran brujo". Estos indígenas fueron sacados de la selva por el misionero español José Álvarez, quien logró transformaciones significativas en su comunidad.