María Guerrero nace en el seno de una familia reputada en el ámbito artístico. Su padre, Ramón Guerrero, trabajaba para coliseos madrileños como decorador y mueblista, y conocía a los actores más destacados del último tercio del siglo XIX,. María comenzó a estudiar arte dramático de la mano de la actriz Teodora Lamadrid, junto a la cual ensayó sus primeras obras. La actriz vio facilitado su camino hacia la escena gracias a la amistad de su padre con Emilio Mario (Mario López Chaves), director de la compañía del teatro de la Comedia. Su primer debut se produce el 28 de octubre de 1885 en el teatro de la Princesa. Su primer éxito se produce el 13 de marzo de 1890 con su actuación en la opereta cómica francesa Mam’zelle Nitouche, arreglada a la escena por Mariano Pina Domínguez. La actriz, descontenta con su encasillamiento en los papeles cómicos, consiguió hacerse un lugar como primera actriz en el Teatro Español de Madrid en la temporada siguiente (1890-1891). Allí trabajó con Donato Jiménez y Ricardo Calvo Revilla y logró gran éxito con El vergonzoso en palacio, de Tirso de Molina, y Don Juan Tenorio, de Zorrilla.
María Guerrero marcha tras esta temporada a París y continúa estudiando junto al primer actor de la Comedie Française, Constant Coquelin. A su regreso a finales de enero de 1892, vuelve a la compañía del teatro de la Comedia, de nuevo junto a Emilio Mario, ahora como primera actriz. En estos años, triunfa con Realidad (15 de marzo de 1892), La loca de la casa (16 de enero de 1893) y La de San Quintín (27 de enero de 1894), de Galdós. Mientras, José Echegaray compone para ella Sic vos non vobis (6 de abril de 1892) y Mariana (5 de diciembre de 1892).
El apoyo de figuras ya reconocidas como Galdós, Echegaray, Guimerá o Clarín impulsó la carrera de la actriz como empresaria. En el verano de 1894, se despide de la compañía de Emilio Mario y logra la adjudicación del teatro Español por espacio de diez años. Desde este momento, María se propone como objetivo fundamental la regeneración y renovación del teatro español. Apuesta, pues, por representar a los autores áureos en los “lunes clásicos”, y por traer a la escena a dramaturgos españoles coetáneos en los “viernes de moda”.
El 10 de enero de 1896 contrae matrimonio con Fernando Díaz de Mendoza, de estirpe noble y primer actor del teatro Español, con quien tendría dos hijos que continuarían la tradición artística de la familia: Luis Fernando y Carlos Fernando. Su unión amorosa se reflejaría durante toda su vida en sus carreras artísticas. Emprenden juntos varias giras por Hispanoamérica en las que pretenden difundir la producción dramática nacional clásica y contemporánea. Embarcaron numerosos baúles de vestuario y lienzos de los decorados y se dirigieron al teatro Odeón de Buenos Aires. Allí representarían una reinterpretación de La dama boba de Lope de Vega, La niña boba, el 26 de mayo de 1897. Traen también a la escena El desdén con el desdén, de Moreto, y El vergonzoso en palacio, de Tirso de Molina. El resto del repertorio se dedica a los contemporáneos: Echegaray el más destacado de ellos (El estigma, Mariana, Mancha que limpia y El gran galeoto), seguido de Galdós (La de San Quintín y La loca de la casa), Ayala (Consuelo), Sellés (La mujer de Loth), Guimerá (Tierra baja) y Feliu y Codina (La Dolores). Esta gira les abre las puertas de otros enclaves de América central y sur y les lleva a París en 1898, donde incluso participa en la Exposición Universal de 1900, y a América del Norte en 1926.
Dado que estas temporadas incumplían el contrato de arriendo del teatro Español con el Ayuntamiento de Madrid, deciden adquirir el teatro de la Princesa en 1908 y, en 1914, emprenden la construcción del teatro Cervantes en Buenos Aires en 1918, para cuya inauguración, el 5 de noviembre de 1921 eligen La niña boba, en rememoración de su primer estreno en América. No obstante, el coste de construcción fue demasiado alto y el edificio es adquirido por subasta por el Banco de la Nación argentina en 1926.
Ya muy enferma, la actriz sube a escena por última vez en el teatro Calderón de Madrid el 14 de enero de 1928, con Doña Diabla de Fernández Ardavín.
Pocos días después, el 23 de enero, fallecía este faro de luz del teatro español.