Unidad documental simple 14 - [1860-09]-29. Carta de Cecilia Böhl de Faber a Miguel Velarde

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Área de identidad

Código de referencia

ES 28079 AAM 05-03-02-14

Título

[1860-09]-29. Carta de Cecilia Böhl de Faber a Miguel Velarde

Fecha(s)

  • [1860-09]-29 (Creación)

Nivel de descripción

Unidad documental simple

Volumen y soporte

3 h. (6 p.)

Área de contexto

Nombre del productor

(1826-1913)

Institución archivística

Historia archivística

Origen del ingreso o transferencia

Área de contenido y estructura

Alcance y contenido

Carta de Cecilia Böhl de Faber ("Fernán Caballero") al coronel Miguel Velarde, ayudante de campo de S.A.R. el duque de Montpensier. Agradece su carta en la que le cuenta interesantes excursiones con el Príncipe y el envío de tres retratos de la Infanta. Relata un asunto sobre el hijo del conde de Ergo. Le envía una carta que ha escrito su sobrino desde Gaeta y hace comentarios a su situación. Termina con la transcripción del comentario que le hace Fernando, alabando su obra “Deudas pagadas” tras haberla leído a unos trabajadores de una viña de Jerez.

TRANSCRIPCIÓN:

¡Día de San Miguel! 29
Al poner esta fecha no es posible empezar por otra cosa mi carta, sino por desearle a V. ésta, así como todas las demás de su vida con tantas felicidades, tantas… ¡como V. se merece!
¡Cuánto no debo agradecer a V. la interesantísima carta que me ha escrito! Pero antes de todo empezaré por dar a V. la enhorabuena más sincera y gozosa, por la nueva prueba de aprecio que ha recibido V. de esos Príncipes, cuyo incesante desvelo es socorrer a los pobres y honrar a las personas que distinguen. Únome al hermoso vítor de los de Sacedón ¡Vivan los Infantes virtuosos! Vea V. como es cierto lo que tantas veces he dicho: solo el pueblo halla esas expresiones concisas que en tan pocas palabras encierran tanto sentido.
¿Sabe V. que estuve por rociar la carta de V. con agua bendita? "El fin del mundo, el desierto, las puertas o bocas del infierno", ¡solo la magna imaginación del Dante llega a semejantes parajes! Esto es una segunda pequeña campaña de África, y siempre al lado de un Príncipe emprendedor y valiente y, hay que añadir, incansable. ¡Quién hubiese sido pájaro para seguir con alas materiales a S. A. R. en tan en sumo grado interesantes excursiones! En particular las ruinas del castillo, tan alto y tan solitario, me llenaron de ansia e interés. Los castillos como todas las cosas nobles, fuertes y durables desaparecen de esta mísera y plebeya época, reemplazados por… las barricadas que improvisa la revolución, y demuele el primer soplo del orden. Tuve impulsos de extractar algunos pocos párrafos de su carta, con algunas de las sencillas y sinceras coplas cantadas ante las ventanas del Real sitio y ponerlas en "La Andalucía"; pero no me atreví a hacerlo sin la venia de V. Y apropos, mando a V. un parrafito que publica hoy esa "sabelotodo", que mucho celebraría de que fuese cierto. Muchísimo más me se ocurre y tendría que contestar a su preciosísima carta, pero tengo "tantísimas" cosas que tocar que me precisa hacerlo de todas ligeramente.
He visto, revisto, remirado, los tres retratos de nuestra amadísima "Infanta virtuosa". Tiene V. razón, la del transparente velo es el más parecido; y así debía ser porque es el más bonito. La fotografía es el palacio de la verdad, de la Democracia: es decir, en el que por decir verdades se dicen desvergüenzas, pues no solamente la semejanza (que ciertamente existe) no es exacta, sino que desfavorece al modelo. Por curiosidad se las he enseñado ("en mi mano") a algunas personas del pueblo y exclaman: ¡Ay! ¡¡S. A. la Infanta!! En seguida añaden: ¡pero es S. A. R. mucho más preciosa! ¿no es así señora? Pues ya se ve, les respondo yo, esto es la "sombra" de su bello original. Suplico a V. que dé mis más respetuosas y calurosas gracias a SS. AA. RR. Ya ocupan el distinguido lugar que les cabe en mi inapreciable álbum, aunque después de las Infantitas, sus augustas hijas, porque el letrero que tanto valora los retratos hace que no se puedan variar.
Vamos al ente misterioso, precioso y fino joven de unos 20 años. Carlos cuarto tuvo un hijo que dicen se llamó D. Luis, no sé si será aquel de quien habla Mr. de Latour en su reciente hermosa obra sobre Toledo. Tuvo éste un hijo natural que pasó al servicio de Francia con el título de Conde de Ergo y que murió en Argelia. Dejó éste una viuda, Infanta de Portugal, y este niño que ahora ha venido aquí por ver de adquirir noticias sobre su padre, que se crió aquí al cuidado del cura de San Pedro. Este señor murió, y fuese que él mismo quemase los papeles, de sumo interés para su discípulo antes de morir, o que se extraviasen, o que los herederos no los quieran dar esperando les valgan más después, ello es que el pobre conde de Ergo nada adelanta en sus gestiones. Si viviese D. Manuel Cepero mucho le valdría. D. Antonio Arraoz, fuera parte que está fatalísimo de su asma, no tiene la travesura que tenía el difunto Cepero.
Envío a V. la carta que escribe mi sobrino de Gaeta. Mi buena hermana me escribe que al leer que el Rey mandó a los buques seguirlos y que no lo hicieron se echó a llorar, amargamente, ¡porque pocas cosas habrá más "nervantes" y que más despedacen el corazón! ¡Traidores infames! ¡que se cubren a sí y a su nación de ignominia! ¿Y para qué? ¡Para seguir a un pirata aventurero, instrumento de otro aventurero hipócrita! El ministro me mandó la credencial de mi sobrino; pero como están los correos, no nos hemos atrevido a mandar el original, y sí tres copias por distintos conductos.
Anoche estuvo aquí Nicolás completamente restablecido. V. sabe supongo su pretensión y su sueño dorado. Ciertamente posee como pocos dos cosas necesarias para entrar en palacio, es la una ser un caballero cumplido moral y materialmente y la otra una virtud, que si en tenerla cupiera exageración, se podría tachar de exagerada, y esto desde niño, enseñado que fue por el inolvidable D. Nicolás, honra y prez del cabildo de esta Catedral.
Por Dios no vaya V. a pensar que soy vana porque le remito un pedazo que copio de una carta que me ha escrito Fernando desde una viña de Jerez en que está con su mujer y su suegra, pero me ha causado tan viva satisfacción, que deseo que V. la vea y sepa que estoy más satisfecha y ancha que si me hubiesen hecho académica. Un millón de gracias por el romance que no acabo de comprender si es "popular". En gran parte lo es, pero el principio no me lo parece. ¡Pícaro papel! ¡Cómo me se ha ido entre las manos! Y tantas otras cosas que tenía que decirle y solo puedo añadir que le suplico me ponga a los pies de SS. AA. RR. y me crea su más simpática y sincera amiga,
Fernán

Por la noche vino lo mejor, pues concluido el gazpacho leí a los trabajadores "Deudas pagadas", que les causó el efecto que era de esperar. ¡Qué obra tan meritoria es la que está V. haciendo amiga mía! Nunca, y eso que tan ardiente admirador soy de V., había yo comprendido tan completamente como anoche el inmenso beneficio que a la religión, la moral, la monarquía y la sociedad por consiguiente, deben a Fernán Caballero. Si cuanto leyera el pueblo se escribiese en el mismo sentido, ¡cuán fácil sería conservar intactos los principios salvadores en que estriba nuestra organización social! Durante la lectura estuvieron todos estos buenos campesinos colgados de mis labios, y ya prorrumpían en risa al oír el apóstrofe del señor al gato puesto en la mesa por los "ruines pastores moros", ya se descubrían respetuosamente al nombrar yo los santos sacramentos cuando describe V. el acto de serles administrados a la madre de Miguel, ya exclamaban cuando les leía los pasajes en que Juan José manifiesta sus deseos de ir a la guerra a pesar de sus 65 años: "¡Ah! ¡buen español!" Así como cuando expresa el abominable concepto que merece el que mata a un contrario indefenso o vencido. Y no es extraño que tal aconteciese; estas buenas gentes se veían retratadas en las páginas de V. y sentían el agrado del que ve su propia imagen en el lienzo de un gran pintor. Cuente V. pues, amiga mía, entre sus más gratos y legítimos triunfos, el obtenido anoche en la viña de la "Esperanza".

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Nota de publicación

Una transcripción de esta carta publicada en: Fernán Caballero: "Epistolario", tomo XIV de las Obras Completas, Madrid : Tipografía de la Revista de Archivos, 1912, pp. 208-215. Esta publicación está digitalizada en la Biblioteca Virtual de Andalucía.

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Notas

Carta anotada con el número 43

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